Por fin, me desplomo en el asiento del tren nocturno París-Madrid.
Se acabó.
Todavía no me lo creo.
Estoy realmente agotada, como nunca lo había estado, pero las ganas de volver a casa y descansar se mezclan con esa sensación triste de cuando algo estupendo se acaba.
Siento una pequeña punzadita de orgullo, saboreando el final de mi pequeña hazaña personal: he hecho lo que he querido, lo que me había propuesto desde el principio, tal y como yo quería. Así es como debería ser siempre.
En el tren nocturno termino la lectura, que comencé en este mismo viaje, de "La escafandra y la mariposa", de Jean-Dominique Bauby.
Paradójica lectura, sobre el locked-in symdrom, para un viaje como este. Os lo recomiendo.
Disfruto observando el atardecer por la ventanilla...
A las 9 bajan las luces.
Tengo la extraña sensación de estar regresando suavemente a la Tierra... hasta que una última llamada hace que me estrelle contra ella.