Fumaba asomada a la ventana. En invierno, las dos de la madrugada, con pocos grados sobre cero, necesitaba drogarse un poco, mientras escuchaba la música eléctrica y psicodélica de un grupo de los setenta.
Cerraba los ojos y dejaba que la música la traspasara igual que el humo de cada calada.
Miró hacia abajo y vio el feo patio interior iluminado por la luna.
Alzó la vista para mirarla. Parecía muy cerca y quiso que su luz también la traspasara. Quería absorber la luz de la luna con su piel. Estaba casi llena.
Como yo, pensó, casi llena, casi plena, casi entera.
Le echó el humo de otra calada...
Aquí y ahora... el momento es siempre.
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