sábado, 22 de marzo de 2008

Cuando la vida es muerte

La muerte de Chantal Sébire reaviva el debate. Es un debate muy complicado en la práctica, sí, pero pienso, para algun@s a lo mejor ingenuamente, que quizás no tendría porque ser tan complicado ni tan reñido, si tuviéramos en cuenta y cumpliéramos, de hecho, cuestiones como:

- El Estado debe dejar de considerar a los ciudadan@s libres, autónom@s y capaces para unas cosas e incapaces y necesitad@s de tutela para otras.
No se trata de llegar a una ausencia total de control, a un coladero de suicidas, si no de unos controles mínimos exigibles para que cualquier ciudadan@, con plenas facultades, capaz de dar consentimiento, que se encuentre en una situación límite de enfermedad terminal, pueda decidir sobre su propia existencia, pues es a él/ella a quién pertenece el control de su vida, que incluye cuerpo y alma, y pueda ejercer su derecho fundamental de morir dignamente, esto es, con una asistencia médica que le garantice un tránsito sin sufrimiento, y una asistencia legal que proteja la dignidad de su decisión y su persona, de los que le rodean y apoyan y evitarse, así, que se lleven a cabo estas prácticas en la clandestinidad, en condiciones poco deseables y en el límite de la ilegalidad o la alegalidad.
Se debe dejar de pensar en la sociedad como una masa de gente sin criterio para ciertos asuntos, de una forma excesivamente paternalista. Creo que no se puede seguir pensando cosas como que si se legaliza la eutanasia la gente se va a lanzar en masa a morir, igual que si se legaliza el aborto libre las mujeres no se van a lanzar en masa a abortar o si se legaliza el cannabis no todo el mundo querrá fumar… (igual que legalizando el matrimonio homosexual no se acaba con la familia ni con la sociedad).

- Es inadmisible que cuestiones religiosas sigan interfiriendo en la vida pública, política, jurídica y social, imponiendo sus principios y sus dogmas a la sociedad en general en vez de limitarse exclusivamente a orientar religiosa y éticamente a sus miembros y a sus fieles.(Me parece muy bien que la muerte de Jesucristo se considere también una muerte digna, expresiva de unos ideales, pero eso no quiere decir que sea la única muerte digna posible a la que se pueda y se deba aspirar. No podemos estar obligados, a estas alturas, a cumplir con los ideales de unos pocos.)

- Al hilo de lo anterior, se me ocurre que, en el fondo, lo que haría mucha falta es cambiar la concepción que tenemos de la muerte, demasiado influida y contaminada por la tradición cristiana. Influencia que nos afecta a la gran mayoría, incluso sin ser creyentes de hecho ni de pensamiento. Entender que la muerte forma parte de la vida, que no es moralmente buena ni mala, que alguien puede querer o necesitar morir, que alguien puede, libremente, elegir morir…


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